Muchas veces miramos al suelo y nos encontramos con las relucientes zapatillas de baloncesto que tanto les insistimos a nuestros padres para que hoy estén puestas en nuestros pies. Fue amor a primera vista, esa forma, esos colores, los reflejos únicos que daban esa clase de material… Ni un arco con la cuerda más tensa del mundo nos hubiese dado el semejante flechazo que nos dio ese icono de la moda Americana. “Icono de la moda Americana”, ¿estás seguro de eso? ¿Crees que un par de zapatillas que rozan milagrosamente la marca de los 100 euros se han producido en una fábrica con sus cimientos anclados en lo más hondo de la tierra de los sueños y la libertad, por trabajadores con las suficientes garantías y sueldo como para proporcionar a sus familias un techo y un par de comidas calientes al día? ¿Para qué íbamos a hacer eso, cuando en la otra punta del mundo nos hacen más del doble de deportivas por menos de la mitad del precio? Si cualquier persona razonable tuviese que invertir su dinero en una de las dos opciones, su elección sería obvia. Sin embargo, todos sabemos que en las carreras de carros, ganan los más ligeros, y para aligerar un vehículo es necesario recortar en algo, y cuando se recorta en el factor humano, las consecuencias son nefastas. Es por eso que conductas inaceptables como el trabajo infantil se han ido normalizando en esta industria, por lo que más que un icono del deporte de alto rendimiento, tal vez lleves puesta la manualidad que un niño sin recursos hace una y otra vez para poder ganarse miserablemente la vida.

Pero la única vida que se están ganando es la vida de las grandes corporaciones de la industria de la moda. Tener a niños sin escolarizar como plantilla supone una gran ventaja, ya que a tan pronta edad no son conscientes de lo que es correcto y lo que no,
sus cerebros son moldeables como la arcilla cruda, por lo que da igual la brutalidad de las condiciones a los que se les someta, ellos lo relacionarán con una conducta normal y obedecerán sin rechistar. Aunque esto suponga el descubrimiento de la gallina de los huevos de oro para los grandes industriales, tiene unas consecuencias nefastas para el sistema de la sociedad en la que viven, ya que estas plantas más que producir prendas de vestir, producen una generación completamente inculta, consecuencias que a la larga las pagará la misma sociedad.

Sin embargo, aún hay mucha gente que cae en la soberana estupidez del argumento de “es que si no trabajan no les queda otra que morirse de hambre”. Para empezar, considerar eso es dar por perdido el conjunto de la sociedad,  dejándola a las manos del mayor postor. Así que deciden abogar por darles trabajos menos peligrosos, más medidas de seguridad, mejores horarios…  Seguramente también sería una gran idea retransmitir por toda la fábrica la serie de dibujos animados del momento en parón para el café. Son niños, y la cuestión no es si trabajan y mirar en qué condiciones trabajan, sino si estudian,
y que condiciones tienen para estudiar.

El verdadero sitio de un niño es una escuela, y por mucho que estos la puedan llegar a odiar en algún punto de su vida, les da la base fundamental para que ellos puedan decidir quiénes son y lo que es bueno para ellos y para los que lo rodean. Privarles de eso sería condenarlos a ser el perrito faldero del que le dé el puñado más grande de dinero de bolsillo, y  en el mundo en el que vivimos, las jaurías ciegas están abocadas al fracaso.

Lucas Juez Zuñiga

By ELCRIT